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Teatro y subjetividad: La creación como camino posible.

Cuando decimos sujeto, decimos Sujeto del Inconsciente. Un sujeto historizado con marcas y significantes que hacen cuerpo. Un cuerpo que invita a la subjetivación de esa historia propia, un cuerpo implicado en el saber-hacer que el arte mismo permite. Cuando decimos solución singular referimos a esa inventiva del sujeto y el armado de algo nuevo que le permita cierto anudamiento en su estructura.

“No ha quedado demostrado, ni mucho menor, que el lenguaje de las palabras… sea el mejor posible”. (A. Artaud)

Teatro y psicoanálisis: Cuerpo y Verdad.

Sófocles y Shakespeare fueron sin duda dos de los autores favoritos de Freud e infinidades de obras teatrales han sido objeto de análisis, sin olvidar la mitología Edipo Rey o Antígona, como nodal en su obra. Aristóteles le confería un poder purificador al teatro, podríamos decir terapéutico en tanto y en cuanto confería un poder sanador de las pasiones del alma.

Para Freud las distintas formaciones como el chiste o el sueño son reveladores de la “otra escena”, es decir del Inconsciente. Tal vez sea el teatro la formación artística donde “la chispa” aparezca en forma tenaz, donde algo de la verdad sea dicha con mayor incidencia. Este efecto de verdad que sorprende en tiempo presente al espectador es la hiancia misma que se revela y a la que hacíamos referencia, donde algo del orden del deseo y lo singular permiten lo distinto, ya sea en un escenario o en la clínica misma.

Para Freud el poeta satisface su deseo en el fantaseo de lo literario, para nosotros el actor también.

En el ejercicio de entrenamiento, el actor intentará construir desde la herramienta creativa, un personaje que lo conduzca hacia un objetivo. ¿Pero de qué cuerpo se trata en este caso? La palabra como simple habladura del yo, intentará sin dudas, adueñarse del espacio escénico, obturando un cuerpo que por el momento no aparece.

Sabemos de la necesidad del yo como respuesta del sujeto, como identidad creada que nos permite de una u otra manera, presentarnos ante el otro, aunque más no sea imaginariamente. Lo difícil será entonces, hacer lugar al sin-sentido que pueda presentarse, buscando así un sentido inmediato que haga de velo a lo insoportable. Lo insoportable de la incertidubre, del accionar por fuera de la palabra que tapona. Este sin-sentido es el que invita al cuerpo del actor a la investigación. Decíamos un cuerpo aún no subjetivado, en tanto y en cuanto el sujeto no de lugar a los significantes que lo atraviesan y se pierda en un puro texto.

La creación del artista como artesanía única e irrepetible, más allá y más acá de la palabra vacía, donde algo de la verdad del sujeto tiene lugar. Verdad que Freud ya señalaba como realidad psíquica. Verdad con estructura de ficción, como el lenguaje mismo. Atolladeros de la subjetividad, histrionismos histéricos y proezas obsesivas. Construcciones fantasmáticas como respuesta a la "no garantía", a la no relación sexual, al goce.

En el teatro, el actor será quien a través de su propia creatividad, podrá hacerle lugar a dicha verdad, siendo el cuerpo entonces quien la proponga. Cuando algo de esto sucede, el deseo encuentra un lugar. La verdad por articularse a la palabra participa de la mentira, pero emerge de manera inesperada para ocultarse nuevamente en la fugacidad del Inconsciente.

Cintia Ceruzzi