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Escrito Uno

En el amor, en el amor de pareja, surge el enigma en primer plano: ¿Por qué éste y no otro? ¿Cómo elige el sujeto?

La elección no parece ajustada a la lógica, ni a la conveniencia. Y no lo es. Cortázar nos decía con su inconfundible modo:
…"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto."

¿Se elige? ¿O nuestras marcas, en lo que fuera la constitución subjetiva, señalan el camino? ¿O ambas cosas? La palabra elección nos hace pensar en sopesar entre varias posibilidades. La Real Academia lo define así: “escoger, preferir a alguien o algo para un fin”.
Esta definición plantea que se elige entre, que se sonsaca de, que frente a distintas alternativas se señala una como la mejor.

Sabemos que el amor no es así. Sucede. Ocurre. O no.

Y cuando ese amor duele vuelve la pregunta, ¿por qué éste y no otro? En el camino de un análisis surge muchas veces este dilema. La experiencia analítica da cuenta de los avatares del amor. Un amor esquivo y extraño que es aún más enigmático para quien lo vive.

El amor también obedece a reglas, lo que Freud llama “condiciones de amor”, condiciones de goce que determinarán la elección (inconsciente) del objeto de amor.

No hay libertad del sujeto, si se realiza la condición, se desencadena la compulsión. Hay encuentro y compulsión.

¿Qué podemos ofrecer como analistas? ¿Un lugar? ¿Una escucha? ¿Una lectura?

En el enunciado que se da a leer, la enunciación nos señalará al sujeto…pero ¿soportará ese sujeto ser señalado? ¿Aceptará ese sujeto ser señalado, por nosotros?

En los jardines suele ponerse un cuenco con agua, para que beban los pajaritos. Pero solo beben si ellos quieren.

Alex Crivelli