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Variaciones sobre los preludios

He querido enfatizar  los plurales, la razón para hacerlo es que aquello a lo que este texto se refiere  es una serie de  experiencias no una; a pesar que en el uso habitual  se la nombre en singular: ‘experiencia clínica’.  Sintagma en el cual la palabra ‘clínica’ alude, en este caso, a una práctica cuya conducción se orienta por el saber del psicoanálisis que debemos a Freud y a Lacan. 

Un plural implica generalización,  pero no necesariamente un ‘para-todos’. Entonces ‘plural’ no obliga a suponer  universalización en el sentido de clase o conjunto cerrado, también es posible asignarle el sentido de ‘serie’, vale decir, un continuo abierto sin un límite final asignado. Esta consideración es un modo, quizá insuficiente, de enfrentar la tensión existente entre lo singular de cada ‘experiencia de encuentro’ [para el caso entre quien demanda y quien decide sostener tal demanda] y lo general propio de una elaboración de saber. Tal vez ayude a aligerar tal tensión la condición de tomar dicho saber cómo  un medio de orientación ante las contingencias de aquella praxis, más que como un sistema de axiomas teóricos de los cuales se deducen reglas estandarizadas de procedimientos técnicos.  Aun así no es fácil sostener en los actos la premisa  de  considerar los casos  uno por uno, sin incluirlos en casilleros generales y no estoy hablando solo de la nosografía.

‘Variaciones’, su significado en música conviene aquí: Una variación musical es una composición caracterizada por contener un ‘tema musicalizador’ que se despliega en otros subtemas, los cuales guardan el mismo patrón armónico del tema original y cada parte se asocia una con la otra.  Difieren entre ellas los patrones melódicos y el tempo de cada una,  hasta dar la impresión a veces  de haber cambiado por completo el carácter del tema original.(1)  El equivalente al ’tema musicalizador’ aquí  son los preludios de una cura y la variación es impuesta por la diversidad que en la experiencia se da en cada encuentro singular. Una consecuencia de dicha multiplicidad es que no pueden establecerse recorridos típicos para lo que será la marcha de la cura (2) después de un primer encuentro. Hay, por así decir,  cierta imposibilidad predictiva en ese punto. Esto no excluye algún cálculo conjetural  hecho de inferencias construibles a partir de la lectura de lo que ocurre allí pero que, insisto en ello, solo tendría valor y operatividad  en y para ese caso, aquel en el que fueron hechas, de nada servirían en otro.  Sin este recurso a inferencias y conjeturas sería extremadamente difícil decidir qué acciones realizar para dirigir la cura hacia los fines (terminaciones y metas) que pudieran alcanzarse en cada caso. Como alguien dijera: “Caminante no hay camino”,  previo al andar se entiende, lo habrá después de haberlo andando… pero ocurre que hay tantos caminos como caminantes… entonces  solo queda andar y luego ver que camino resulta,  por lo que andar es preciso,  como navegar es preciso, “Navegare necesse est, vivere non necesse” según se ha dicho (3).  

En el conjunto de construcciones conjeturales que analista se ve llevado a hacer en los tiempos iniciales de una cura hay una que tiene especial importancia por su consecuencia en la prosecución de la experiencia  es la que concierne a, según el decir psiquiátrico, la nosografía;  aquello  que la tradición médica llamó el diagnóstico y que necesariamente debe ser reconsiderado si nos situamos dentro del horizonte del psicoanálisis (4). Sería preciso aquí: a) des-ontificar los tipos clínicos; b) quitarles la aparente objetividad que, por ejemplo, tienen en un digesto [DSM] que sabe clasificar bien de acuerdo a los intereses de la industria farmacéutica aunque resulte indigesto para el psicoanálisis; c)  transformarlos en una conjetura y finalmente d) someterla a constatación si el decurso del tratamiento indica que requiere ser modificada.  Sobre la cuestión de si es necesario o no para una cura analítica hacer tal conjetura hay distintas posiciones entre psicoanalistas;  muchos acordamos  en que el juicio clínico, si bien provisional y modificable según las vicisitudes que la transferencia presente, se hace imprescindible a la hora de decidir  cómo se proseguirá, es una forma de cautela  si se quieren evitar efectos iatrogénicos, o bien dificultades serias en la conducción del proceso. Verbigracia: nada sería más contraindicado que proponer el dispositivo adecuado para las neurosis que Freud llamara de transferencia a una posible psicosis, no tardarían en aparecer efectos  que se desplegarían en un rango que va de la erotomanía a la persecución si se tratase de la paranoia 

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La experiencia clínica a poner  bajo investigación teórica ahora es la que toma la forma más clásica, la que como en música no cede a los empujes de la época. Ella atañe al dispositivo puesto a punto para el tratamiento de demandas que provienen del campo de la neurosis; en particular de aquellas que son susceptibles de producir eso que Freud llamó ‘neurosis de transferencia’; si es que la misma puede ser constatada en lo que transcurre.   La palabra ‘Investigación’ tiene un alcance limitado, no vendría mal quitarle los oropeles que se le conceden cuando se la cree científica, personalmente prefiero imaginarla como lo que Eco cuenta que hace el protagonista del “Nombre de la Rosa”, cuando husmea por la biblioteca. Cuestión de gustos se me dirá con razón, pero también de gusto por el  trabajo de lectura y  comentario de textos.  Textos a los que mejor sería no creer sagrados, si con Freud solo reservamos tal carácter para lo producido por asociación libre; o con Lacan, si al partir  podemos suponerlos [a dichos textos] con capacidad para responder no solo las preguntas que en ellos se plantean sino también a las que nosotros podemos plantearle, será prudente des-suponerles saber, vale decir esperar a comprobar si en su lectura atenta tales respuestas pueden producirse. De otro modo solo nos dedicaríamos  a la repetición de cantinelas cosa que flaco favor le hace al saber, aun cuando eventualmente pueda engordar algunos bolsillos, víscera sensible a las oscilaciones del mercado.

CON  FREUD:

De entre las varias referencias que hay en su obra sobre este tema, tomaré la que se despliega en el escrito “Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis I)”. Por centrar la lectura sobre las determinaciones estructurales   que intervienen en  los comienzos de una cura,   me veré obligado a dejar de lado una buena parte de la riqueza teórica y descriptiva que en él se encuentra.
El tema es introducido bajo la rúbrica de  la selección de los pacientes.  A este propósito dice: “he tomado la costumbre de aceptarlos  primero solo a título provisional”;  entonces implementa lo que él llama “ensayo de puesta a prueba”. Ahora bien, este  “período de prueba” o “ensayo previo  es ya el comienzo (5) del psicoanálisis y debe obedecer sus reglas”.  Entonces es una parte misma del proceso pero diferenciable en él; la prueba es requerida por una serie de motivos que detalla a continuación; no los retomaré  para  centrarme en el hilo que vengo siguiendo, para ello resulta más interesante señalar aquello que funciona como el operador de la diferencia entre este ‘tiempo inicial’ [el de la prueba] y el posterior [el de la cura];   lo que funciona allí es precisamente el modo de intervención del analista; como  bien puede leerse  en el primer tiempo se trata de que “uno lo hace hablar al paciente”,  sin que el uno- analista hable   más que lo que “resulte indispensable” para que el relato del paciente pueda continuar;  mientras que en el segundo tiempo, a causa de algo que ha ocurrido en medio el analista va a intervenir de un modo diferente al de antes. Esto es presentado en el texto bajo forma de una pregunta;  y no una pregunta cualquiera sino una “de principio”, vale decir de razón fundamental: “¿Cuándo debemos empezar  a hacer comunicaciones al analizado?”. Léase: Interpretaciones. La respuesta no tarda en llegar, la condición que determina ese cuando es que “se haya establecido en el paciente una transferencia operativa, un rapport (6) en regla.   Se deduce entonces que habría una transferencia, o un estado de la misma en el cual su carácter no tiene  igual eficacia que cuando se vuele “operativa”.  Cabe aquí plantearse a qué se debe esa diferencia.  El camino de la respuesta  se inicia con lo que Freud llama la primera meta del tratamiento” que consiste en “allegarlo” [al paciente] a la persona del analista.  El texto no deja dudas sobre que interviene para que dicho ‘Allegamiento’ ocurra: puede resumirse en que depende de la posición del analista y de sus  maniobras (7).  No obstante aún queda por elucidar (8) que implica “rapport en regla; la vía textual continúa de una forma descriptiva, que incluso apela a términos que más tarde Freud desestimará, verbigracia “imagos”, pero su pieza argumental central es que el paciente produce un “enhebrar”; así el analista es ‘enhebrado’ a las imagos de personas que lo amaron; cabe agregar y que él amo.  También hay formas menos descriptivas, más conceptuales  por así llamarlas,  de considerar ese ‘enganche’, esa ‘toma’ que el analista se ve llevado a soportar: “la fuerte transferencia ha producido una perturbación por la aparición, que sigue una serie, de las resistencias transferenciales”. O bien: …“insertará al médico en una de las ‘series’ psíquicas  que el paciente ha formado hasta ese momento” (9) Es claro en el contexto que ‘serie’ remite a ‘clisé’ y que con esa palabra nombra a un conjunto de formas de enclave pulsional que se han mantenido relativamente fijas, las que guardan relación con el amor pero bajo la forma de determinar sus rasgos, no a la inversa.  En este punto viene bien evocar lo Freud llamó repetición en acto: “No lo reproduce como recuerdo, sino como acción, lo repite sin saber, desde luego, que lo hace.” (10); otra cita: “las mociones inconscientes [pulsionales] no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconsciente  […]  [el enfermo] quiere actuar (agieren) sus pasiones” (11).  Y finalmente: “En especial, él  [el analizado]  empieza la cura    con una repetición así” (12)  Al cabo de este corto recorrido textual, puede concluirse que “rapport en regla” queda determinado por esta trama conceptual.  En síntesis lo que ocasiona verdaderamente el comienzo de la cura, no está en los hechos fácticos más que por que su lectura permite situar en ellos   la ‘puesta en regla’ de la transferencia.  A consecuencia de la que se producen modificaciones, brevemente donde había un ‘hablar’: un yo que relata algunos acontecimientos de su vida  a  otro puede emerger un ‘decir’.   Recuérdese que se puede hablar mucho pero decir poco, como suele ocurrir en la vida y en parte en los análisis, si quien lo conduce no está advertido de que es su deber causar un decir que no fuese mero blablá. En ese decir algo emerge que no es del orden del yo, es algo que nos permite suponer una sujeción a un discurso otro que la consciencia, vale decir lo inconsciente, si el llamado paciente ha consentido someterse a la asociación libre, caso en cual convendría ahora llamarlo ‘analizante’.  Si lo que  está en operación es la repetición en acto, no es solo el discurso inconsciente lo que emerge, también la transferencia pone en juego en lo actual (13) de la cura al objeto, aquel al que el analista presta cuerpo para que se repitan los modos de satisfacción que se han  coagulado a lo largo de la vida del analizante.  Y es precisamente por un decir, ahora causado por el analista, que pueden abrirse las vías para una posible reelaboración,  la que lleva  a un relativo descongestionamiento de los enclaves de fijación pulsional,  fluidificación de la viscosidad libidinal,  que permitan un menos de trabajo en la procuración de satisfacción pulsional y un más de empuje en el campo del deseo.

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CON  LACAN:
En lo que se llama  la enseñanza de Lacan hay más de una referencia a la cuestión de los comienzos.   Puede iniciarse el recorrido con la afirmación: “Al comienzo del psicoanálisis está la transferencia” (14)hay en ella  una  condensación de tantos temas que merecería por sí sola un largo escrito,  no es a lo procederé,  solo iré tomando algunas referencias que la vayan acotando.
En “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en el apartado “¿Cuál es el lugar de la interpretación?” se presenta en tres oportunidades un término conceptual al que denomina  de formas diferentes según la andadura del texto.  Antes de proceder a su lectura conviene evocar que en este escrito la producción teórica está fuertemente enhebrada con la crítica a ciertos continuadores de Freud, particularmente con aquellos que detentaban el poder en el psicoanálisis ‘oficial’,  los hacedores  de la doxa de la época.  En esta ocasión la polémica se centra sobre un texto de Kris (15), el que a su vez es altamente crítico con Freud.  Kris utiliza un esquema que reduce el proceso de una cura a tres tiempos: Transferencia, Interpretación y Transformación  de las relaciones del yo con la realidad.  Si del yo, no del sujeto, pues este desplazamiento teórico es el producto más destacado y reivindicado por el psicoanálisis norteamericano. A esto responde Lacan así: es que no se han dado cuenta que Freud  “procede  exactamente en el orden inverso.  A saber que empieza por  introducir al paciente a una primera ubicación de su posición en lo real, aunque ello hubiese  de arrastrar una precipitación, no tengamos miedo de decir una sistematización de los síntomas” Precisamente lo que subraye es la primera, de las tres formas en que es presentado el término al que aludí antes. Ahora bien, si se toma el sintagma: “Posición en lo real”,  no es fácilmente decidible el significado a darle a ese ‘real’. Resulta obvio que, a diferencia de Kris, no dice ‘realidad’ se trata de otra cosa. ¿Pero cuál? Si se adoptase un punto de vista cronológico, hasta este escrito de 1958,  lo ‘real’ había aparecido bajo dos determinaciones: 1): lo que  no pertenece ni al orden simbólico ni al imaginario y 2): lo que vuelve siempre al mismo punto. Solo un poco después, en el Seminario VII (1959-60) comenzará un largo camino de elaboración donde lo real adquiere otros valores. Sin embargo, volviendo al ’58,  en la continuación del párrafo citado, “la primera ubicación de su posición en lo real” tiene una consecuencia  que es la  precipitación de síntomas.  Si se trata de síntomas entonces está en juego la satisfacción pulsional de la que no es equivocado afirmar ‘vuelve siempre al mismo punto’; en consecuencia lo real admite  allí un valor de goce. Más tarde volveré sobre la “sistematización” sintomática; de momento retomo la lógica del “orden inverso”. A propósito de esto afirma más adelante Lacan: “…una dirección de la cura que se ordena […] según un proceso que va  de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real hasta el desarrollo de la transferencia y luego a la interpretación…” Lo que subraye aquí es la segunda forma en que Lacan presenta el término que estoy tratando de cernir. La tercera es: “Rectificación subjetiva”  de la que se dice que “es dialéctica y parte de los decires del sujeto para volver a ellos”.  Es de interés destacar que en las dos últimas fórmulas desaparece la palabra ‘paciente’ y es sustituida por ‘Sujeto’; no me parece se deba al azar, más aún cuando ha dicho: “…aquí se detiene el camino que hay que recorrer con el otro (nótese que está escrito con minúscula). Porque ya la transferencia ha hecho su obra, mostrando que se trata de una cosa muy diferente  de las relaciones del Yo con el mundo.” 
Intentaré reconducir la lógica argumentativa del “orden inverso” al tema central de este texto: variaciones sobre los comienzos. En síntesis y descriptivamente puede decirse que hay un tiempo en  la cura en el cual el Yo habla de sus asuntos con el mundo al analista como semejante (otro);   la intervención del analista se dirige a provocar la rectificación subjetiva,  y si lo consigue, ocurrirán: la precipitación del síntoma (16), el desarrollo de la transferencia y la emergencia del sujeto.  Queda entonces inaugurado  un camino nuevo en la cura,  de allí en adelante  se desestimará la relación del Yo con su semejante  pues ahora se pondrá sobre la mesa, o mejor dicho sobre el diván, un decir en el que el sujeto es hablado y su partenaire  es el Otro; y si la  transferencia continúa haciendo su obra se actualizarán las estrategias que el sujeto fue inventando para arreglárselas con el goce,  siendo el analista tomado como apariencia del objeto de sus ‘pasiones’: único modo de poder hacer con ellas algo diferente de lo hecho hasta el presente, así fue entrevisto cuando se dijo aquello de  “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie” . (17)
En una producción posterior de la enseñanza de Lacan, a la altura del Seminario XI, la repetición en acto  es re articulada bajo el término Tyche (18) En ese seminario Lacan  separa la repetición,  ahora mentada como retorno de los signos, de la transferencia definida (19) como puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente. Esta operación de separación da lugar a dos órdenes diferentes pero articulados: 1) la serie de los significantes, lo simbólico, la representación por un lado, y 2) la serie del objeto, lo real,  la presencia. Ya que el objeto, siendo real no puede ser representado como tal con significantes, no se representa pero se presenta como vacío alrededor del cual se ‘arremolinan’ las cadenas simbólicas. Pero ¿qué  puede ir a funcionar en ese vacío? La pista la da el sintagma “realidad sexual de lo inconsciente” ya que ‘sexual’ alude a la pulsión parcial.  Hemos de suponer que el objeto en juego es objeto ‘a’ real, [más adelante en la enseñanza llamado: plus-de-gozar] aquel que en el circuito de la pulsión queda  ‘circunvalado’  por el recorrido en retorno que partió de la zona erógena para volver ella. (20) Entonces se trata de un objeto real, no un objeto de la realidad  sin embargo que el objeto  ‘a’ no pertenezca al orden de la realidad  no impide que una multiplicidad de cosas de la realidad pueda eventualmente funcionar como su soporte existencial.  Entre otras, el analista.  Efectivamente así ocurre, cuando se afirma que el analista ha devenido objeto en la transferencia, en su costado real.  En tal circunstancia ha de consentir en ‘hacer de’ eso de lo que se trate en cada oportunidad, no en serlo,  pues si lo fuese el  destino del tratamiento sería la ruina.  La tan mentada frase: “el analista hace de semblante de objeto” no quiere decir más que esto. Y si tal cosa ocurre el analista ha de aceptar, para que la partida  pueda seguir, el ‘hacer como si fuera’ pecho, excremento, voz o mirada según lo que la Tyche haga venir a lo actual, en correspondencia con la pulsión parcial dominante  en la ocasión.
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Ensayaré a continuación articular fragmentos de dichos o escritos de Lacan de fuentes diversas.
“…la que trabaja es la persona que llega verdaderamente a dar forma a una demanda de análisis. A condición de que ustedes no la hayan colocado de inmediato en el diván, caso en cual la cosa está ya arruinada. Es indispensable que esa demanda  verdaderamente haya adquirido forma antes de que la acuesten. Cuando dicen que comience –y esto no debe suceder ni la primera ni la segunda vez, al menos si quieren comportarse dignamente- , la persona que hizo esa demanda de análisis, cuando comienza el trabajo, es ella quien trabaja.” (21)

De un modo bastante cercano a lo anterior, en las respuestas que Lacan da a los estudiantes norteamericanos (22)  se lee:

 Se trata de hacerlos entrar por la puerta, de que el análisis sea un umbral […] Intento que esa demanda les obligue (a los analizantes) a hacer un esfuerzo, esfuerzo que será hecho por ellos. Ser desembarazado de un síntoma [esa es la demanda], no les prometo nada. Porque, incluso para un síntoma obsesivo, y de los más molestos que haya, no es seguro que vayan a hacer el esfuerzo de regularidad para salir de él. En este filtrado (filtrage) hay una apuesta, una posibilidad (une part de chance).Yo pongo el acento en un principio en la demanda, es preciso efectivamente que algo empuje
Hay aquí una serie conceptual: Demanda [síntoma] puesta en forma, tiempo previo, puerta/umbral, principio del análisis, trabajo/esfuerzo y apuesta. Ahora hay que articular los términos. Resulta claro que hay que suponer, al menos dos estados de la demanda: uno anterior a su puesta en forma y otro en el que ya  adquirió  forma, esta última es la que merece el nombre de “verdadera demanda de análisis”.  La previa solo consiste en un pedido (23): [¡quíteme el síntoma!],  la llamaré ‘demanda de curación’ para diferenciarlas, ya que no son de la misma índole. Dicho pedido está más o menos enunciado como tal [de distintas maneras] y se despliega lo largo de un tiempo, que variará en cada caso, hasta el momento que comience a ponerse en forma, lo que no puede esperarse que ocurra espontáneamente, esto es sin la intervención del analista. Será el momento en que se acerca el atravesamiento de la puerta de entrada al análisis, esto es propiamente el principio mismo de la cura. Y justamente el uso fijó el sintagma ‘entrada en análisis’ para tal inicio: de igual modo se dio en llamar a ese tiempo anterior al cruce del umbral con el sintagma ‘entrevistas preliminares’.   Es hora de interrogar que implica esa “puesta en forma” que la demanda tiene que experimentar si se ha de apostar a que haya análisis.  Hay una vía: es la significación de ‘pregunta’ que la palabra demanda tiene en la lengua francesa. Hay entonces un pasaje del pedido a la pregunta. Es obvio que pedido y pregunta son cosas distintas, lo que no es tan obvio es que valor teórico hemos de darle.  
Seguiré dos recorridos textuales: el primero  que viene al caso  se encuentra en el seminario tercero (24): “se trata de una pregunta que se le plantea al sujeto en el plano del significante…”[…] “esta pregunta se sitúa evidentemente a nivel del OtroY continúa en referencia a un caso allí citado, “En la medida en que esta pregunta en tanto simbólica fue despertada, y no reactivada en tanto imaginaria, se desencadenó la descompensación de su neurosis y se organizaron sus síntomas” 

Se deduce de lo anterior que, no se se trata de una pregunta que puede ser enunciada como tal por el Yo, vale decir la consciencia; en consecuencia la inferimos más que la oímos, la suponemos operante en la estructura [el Otro] y  finalmente el síntoma parece organizado como una suerte de respuesta a ella.  Esta descompensación y organización sintomática me envía a aquella  “sistematización de los síntomas”, más arriba adelantada.  Es mi hipótesis de lectura que hay que correlacionar puesta en forma de la demanda con esta especie de puesta en forma de síntoma. Ahora bien, nada  se ganaría si solo se traslada una incógnita de un lugar a otro,  [de la demanda al síntoma] pero para tratar de elucidar lo que está en juego me veo obligado a hacer un rodeo. Permítaseme hacerlo.

Es sabido que la palabra síntoma no tiene el mismo significado, en la medicina o psiquiatría que en el psicoanálisis; si se está en el horizonte de una cura analítica,  hablando con propiedad, puede nombrárselo como “síntoma analítico”.  En la teoría, siguiendo a Freud, el síntoma, formación de compromiso,  es resultado del choque entre la moción pulsional y la represión exitosa de la misma  y consiste en un retorno de lo reprimido que enmascara la satisfacción transformándola hasta el punto de invisibilisarla  a los ojos de la conciencia.  Dos órdenes pues: pulsión y encadenamiento de representaciones que funcionan según una combinatoria de condensaciones y desplazamientos.   No es menos un mix en Lacan: un ‘caroso’,  por llamarlo así, de goce  y una envoltura formal;  un núcleo real  ‘envuelto’ por las tramas significantes, que como capas de cebolla lo cercan y constituyen su cara simbólica.

Consideremos ahora lo que la experiencia clínica nos da a escuchar;  el discurso tiene en su referencia las  formas más variadas de sufrimiento, en ocasiones puntuales, que afectan  al cuerpo, al pensamiento, la conducta, la vida amorosa, etc.  Muchas de ellas serían inmediatamente reputadas como síntoma o trastorno, como la moda lo llama,  fuera del psicoanálisis, con solo atender a los ‘signos’ que permitan colocarlo  en un casillero ready made  del nomenclador en turno (25).   No ocurre lo mismo en una cura analítica,  si el paciente en trance de ser analizante, no consigue en su decir articular un padecer a tramas significantes y  si no se presenta la Tyche, vale decir la procuración de una satisfacción en  acto que es actualizada en la transferencia articulada a dicho penar, entonces el sufrimiento en cuestión no habrá alcanzado el estatuto de síntoma analítico, y por ello resultara insusceptible de transformación. En necesario ese doble anudamiento: simbólico y real  operado bajo transferencia,  para considerar que el síntoma  se ha sistematizado o puesto en forma. 

Ahora bien, está la cuestión del ‘trabajo’,  que deberá ser hecho por el analizante, insiste Lacan;  esto es así porque  no es ‘trabajar’ la  tarea del analista en la empresa común de la cura, no es su función asociar libremente, él debe conducir la  cura no hacer dicho trabajo por el analizante y si lo hiciese y además comunicara sus ocurrencias pueden esperarse funestas consecuencias: al  hacer mal uso del poder que le da la transferencia estaría  forzando la introducción  de  un saber que no es el del sujeto, que es quien verdaderamente debe producirlo, con lo que favorecería la alienación y su efecto de  empujar la transferencia al infinito. No es bueno que el estado de la cuenta bancaria del analista lo oriente en su acción.

Una referencia freudiana para el término trabajo, queda muchas veces enmascarada en alguna traducción al español de términos como elaboración, reelaboración, elaboración onírica, elaboración del duelo, etc.,  el lector hispanoparlante no puede advertir que todos tienen en su lengua original la partícula ‘arbeit’ o arbeiten,  según la declinación que corresponda, cuyo significado es trabajo.  Si se toma el “trabajo de sueño” (26) (elaboración onírica en otras traducciones) se advierte que es el propio funcionamiento del inconsciente lo que allí es puesto en texto. Y  precisamente dicho funcionamiento da la razón de la regla fundamental de la asociación llamada libre, [que de libre tiene poco, por otro lado,  ya que está encadenada a esas tramas significantes no sabidas en el sujeto]. Así entonces el trabajo en cuestión no es otro que el que supone someterse a la regla fundamental, lo que es más fácil de decir que de hacer. Fuertes resistencias se presentarán que, de a momentos, obstaculizan su  cumplimiento. (27) Como pasa a veces en la navegación, vientos arrachados y cambiantes de dirección hacen muy difícil mantener el rumbo; es cuando más se requiere del saber-hacer del piloto y no menos del esfuerzo de quien trabaja con las velas.  El esfuerzo, el de mantenerse en el rumbo de la asociación, ha de estar sostenido por un empuje.  En la cita de Lacan: “es preciso que algo empuje” el ‘algo’ queda  indeterminado excepto por la afirmación de que sería la propia demanda la que obligaría a esforzarse, he de volver sobre esto.  En este punto Freud fue más explícito. Verbigracia: “el motor más directo de la terapia es el padecer del paciente y el deseo que ahí se engendra, de sanar” (28) Puede acordarse con que el sufrimiento se convierta por momentos en empuje al trabajo; sin embargo el ‘deseo de sanar’ presuntamente engendrado no es siempre constatable en la experiencia.  “No es seguro que vayan a hacer el esfuerzo de regularidad para salir de él [del síntoma]”  había afirmado Lacan. Esta situación no ocurre por azar, si por la Tyche. Es preciso articular aquí aquella doble valía del síntoma: sufrimiento y satisfacción. Cada vez en la que el trabajo de la asociación se acerque a los puntos de enclave significante  de la satisfacción pulsional [los escondrijos libidinales],  la amenaza de desmantelamiento de su estructura simbólica actual (29)  y su consecuencia posible de apagamiento del síntoma pondrán en juego una enorme tensión entre el ‘deseo de sanar’ y el goce  al que sería necesario renunciar, o al menos mutar si se continuase por ese camino.  
El segundo recorrido textual para precisar el tema de la ‘pregunta’  implica un giro en el que  el síntoma en lugar de  presentarse como respuesta se convierte él mismo en el objeto y la causa de una interrogación, por haberse vuelto enigmático.  Pero requiere para su elucidación su articulación con la transferencia. Hacia esto me encamino a continuación.

La cuestión de la transferencia, siguiendo la tradición  inaugurada por Freud, se relacionó generalmente con el amor,  tal amor se  dirige  al analista,  él es su objeto;   Lacan le da un giro nuevo cuando propone que el amor se dirige al saber (30) y como el analista esta investido de una suposición  de saber entonces es susceptible de ser amado.  De allí la creación de esa función  que llamó: “Sujeto Supuesto al Saber” [S.s.S.]; cuestión no tan simple pese a que habitualmente se la simplifica reduciéndola a una creencia: ‘el paciente cree que su analista sabe’.  Sospecho que la crítica a tal reducción   es lo que lo hace decir: “Esto es solo un detalle, casi una anécdota” (31). Pues si bien algunas veces algo  semejante a esa creencia puede llegar a ser  enunciado en una cura,  ello no autoriza a suponer que el  S.s.S.  consista en eso: una creencia.  Por lo menos, si hemos de tomar en serio que el S.s.S. es caracterizado por Lacan como transfenoménico.  Vale decir que no es registrable como tal en el campo de los fenómenos;  considérese por ejemplo este fragmento: “Desde que  en alguna parte hay el S.s.S. […]  hay transferencia” (32) El “alguna parte” puede leerse como lugar, pero lugar en una estructura que aloja la función no en el espacio de la realidad, esto es localizable en un enunciado. Y si el S.s.S. está en operación si hay consecuencias  verbigracia: “Cada vez que esta función puede ser encarnada, para cada sujeto, en alguien […] resulta que la transferencia desde ese momento ya está fundada (33)  Este ‘fundada’ puede leerse en  el sentido que tiene ‘fundación/fundamento’ en la dinámica de las estructuras mecánicas. No es este un conejo que saque de mi galera,  Lacan lo puso ahí cuando afirmo “El sujeto supuesto al saber es para nosotros el pivote desde el que se articula todo lo tocante a la transferencia” (34)   Para hacerse con la idea bastaría recordar lo que se ve cuando se inicia la construcción de un edificio, allí al fondo del pozo se colocan enormes bloques de concreto sobre los que pivotean  las columnas estructurales que trasladan todo el peso de lo que se construya sobre ellos, ‘las fundaciones’ son un medio que asegura la estabilidad estructural del edificio, es decir que siga en pie y funcionando.  Metáfora edificante pero limitada: ya que no pasa lo mismo en cada caso: de una construcción no se espera que se caiga, en cambio del S.s.S. si se espera que caiga si el análisis ha de ser finito.

Ahora creo necesario algunas precisiones:

1º): El argumento del ‘saber’.  Lacan deja bastante en  manos del lector el sentido a darle a la palabra saber cuándo la emplea, sin embargo en la “Proposición del 9/10/67…”  hace  una distinción clara: hay el saber referencial y hay el saber textual no son de la misma naturaleza.  El primero, es un saber sabido (35), forman parte de  él  las producciones teóricas, puede transmitirse, someterse a la disciplina del comentario,  ajustar su capacidad de referencia al real que se le atribuye como objeto, aun cuando haya que admitir que no todo lo  real conseguirá ser cernido por ese saber, vale decir es un saber al que le es consustancial la falta, el agujero.  El segundo [el saber textual] implica la lectura del inconsciente como un saber, “S2” es su matema.  Ocurre que ese saber no es sabido por aquel en el cual habita. ‘No sabido’: este término no tiene un valor meramente  descriptivo,  señala un  efecto estructural;  si con Freud puede sostenerse que la ‘materia’ de la que está hecho el inconsciente es de  pensamientos,  que forman un texto, sagrado además como le gustó decir; o con Lacan de  encadenamientos significantes que se articulan en un discurso no del sujeto sino del Otro [A] (36)  se está indicando una relación de exterioridad entre habitante [el saber] y habitado [aquel que soporta sus efectos de la estructura que lo determinan].
2º): El argumento del sujeto: si se sostiene que él no es más que lo que representa un significante ante otro significante; y además dichos significantes son inconscientes, vale decir forman parte de ese saber no sabido resulta imposible sostener que el sujeto pueda entrar ahí bajo la forma de agente de la operación por la que es ‘representado’, él es más bien su producto. Solo apelando la imaginación puede creérselo dueño de ese saber.

En síntesis hay sujeto y hay saber, son tesis del saber [referencial] del psicoanálisis, suposiciones por que no (37).  Lo que no hay es la atribución de sujeto a ese saber, en el sentido de la existencia de un agente operador que pudiese disponer de él a su voluntad. Como fuera dicho: “El orden de indeterminación que constituye la relación del sujeto con un saber que lo supera resulta, puede decirse, de nuestra práctica, que lo implica en la medida que ella es interpretativa. Pero que pueda haber en él un decir que se diga sin que uno sepa quién lo dice, es precisamente lo que se le escapa al pensamiento.” Y también: “…que algo pueda decirse sin que ningún sujeto lo sepa” (38)

Retomando la función S.s.S.,  si el analista  es investido de ella y acepta vestir esas vestiduras, sin por eso confundirse en ellas, la pregunta puede seguir su curso.

Un pequeño aparte: a este ‘fundirse-con’ suele llamársele ‘identificarse con’, en referencia a la posibilidad de que el analista, afectado por su contratransferencia,  pueda él creerse tan sabio como puede creérsele.  Algo que no le conviene por sus consecuencias. Podría sucederle lo que a Einar Wegener,  no la persona sino el personaje de la ficción (39) .  Llegaría el momento en no sabría distinguir si es Einar o Lili;  o algo peor, algo semejante a lo que le pasaría a un niño que disfrazado de Superman y jugando a serlo se tirase por la ventana porque creería poder volar. Haría entonces una dura comprobación: un golpe de real puede reventar al semblante,  no a la crisma. (40) No es que fuera a morir, pero dejaría de existir como analista si persistiese en esa ‘confusión’.  Mejor que fuera tan incauto como para aceptar que únicamente vistiendo lo que el vestuarista le ofrece la película puede continuar rodándose  y que no por eso le debería ocurrir lo que le pasó Johnny Weissmuller, [el actor que encarno muchas veces en el cine a Tarzan] de quien se cuenta que terminó gritando como el personaje llamando a Jane por el Hollywood Boulevar, yendo hacia el Laurel Canyon en busca de árboles para trepar.

Hora de volver a la pregunta. Ella concernirá al síntoma,  pero ella no ‘concurrirá a la cita’, si antes el padecer no ha alcanzado cierto estado. Es necesario que sea experimentado como un cuerpo extraño, como se decía antaño que sea egodistónico. Descriptivamente: que el malestar haya alcanzado la intensidad suficiente como para que quien lo experimenta no pueda más hacerse el tonto y seguir como si nada ocurriese. Como Freud lo puso en texto: el penar empuja. Condición necesaria pero no suficiente, debe aparecer un efecto que permita leer que la suposición está comenzando a cursar [me refiero a  la función  SsS  supuesta  en la teoría]. Dicho efecto surgirá en los dichos del paciente cuando parezcan  organizarse de acuerdo a un argumento que supone [esta vez no es la teoría, sino las creencias del hablante] que debe existir una razón para sus sufrimientos. En este punto conviene tener en cuenta que la relación entre un penar y una causa no va de suya, nada obliga a que se presente y de hecho la clínica da innumerables ejemplos de ello.  Un paso ulterior en este orden de la creencia es que en algún lugar debe haber alguien que puede saber sobre dicha razón, entonces que mejor que ir a su encuentro a la espera de que sus conocimientos  ayuden a resolver el enigma en que se ha convertido ahora su padecer. Doble faz de la suposición: hay un saber y hay un sujeto que puede adminístralo. A quien se dirigirá  el sufriente para darle cuerpo, hacerlo soporte existencial o vestirlo [a dicho sujeto] no puede asegurarse hasta que ocurra. Hay muchas ofertas en lo social para tratar de satisfacer una tal demanda,  pero si por acaso llegará a ser un analista el elegido y si además está advertido solo podría computarla como pedido de curación, al menos de comienzo, lo que no impide que quiera apostar a transformarla en una verdadera demanda de análisis. ¿Sería algo atribuible a un amor al saber que comienza?  Es posible pero además tendría que ser probable;  y la ‘comprobación’ vendrá, como Freud dijera en el historial del Hombre de las Ratas, “por el duro camino de la transferencia. (41) Operativa o puesta en regla se entiende.  Solo entonces podría inferirse que la demanda se ha puesto en forma, vale decir ha dejado de ser solo pedido de curación. Infortunadamente no hay predicción posible pero, en revancha, si hay lectura retroactiva de los indicios  que permiten deducir el cambio de posición que experimentó el paciente. Bastaría tal vez con advertir que su pregunta ya no espera que de la boca sabionda de su analista salgan las verdades como manantial de agua pura y cristalina que cura todos los males. A la inversa se pone a trabajar, al paso y ritmo que pueda en su  búsqueda de respuestas  y si las suertes acompañan algo de lo no sabido se presentará a la cita.   Quizá fuera esto lo que  Lacan quiso trasmitir en aquel dicho más arriba citado “Yo pongo el acento en un principio en la demanda, es preciso efectivamente que algo empuje”

Para terminar, si tomamos por cierto que el S.s.S. permite abrir la puerta para el cruce del umbral del análisis, resulta no menos cierto que solo su caída [la del S.s.S.] abrirá otra puerta pero esta vez la de salida de la transferencia cosa que depende del analista, si no se consagra a  hacerse el sabio y mejor hace como el fiambrero, cortando feta a feta la suposición con su modo de intervenir.

Como cantara un poeta: (42) “Primero hay que saber sufrir. Después amar, después partir y  al fin andar sin pensamiento”.  A  condición de leer el ‘sin pensamiento’ como lo que se espera de una cura, esto es que el neurótico no se entretenga tanto en los remolinos de su pensamiento y permita que sus actos real-icen el deseo que lo habita sin que él tenga la menor idea de que eso está pasando.

Una buena manera de  captar tal significación que hacer la experiencia de escuchar las  “Variaciones sobre un tema de Haydn” el Opus  56A de  J. Brahms.

El término “cura”, en el uso dado por  Lacan, debe ser diferenciado de la significación que arrastra la palabra tanto en la lengua como en el discurso médico-psiquiátrico.  Más bien pueden advertirse  en su empleo resonancias heideggerianas; así no se alude con él al restablecimiento de una estado de equilibrio que la enfermedad habría roto, sino de la realización de las posibilidades  de cada quien. “Sorge” en la trama textual del filósofo alemán implica un “cuidado”, un “hacerse cargo” que el existente deberá  poner a su cuenta dada su condición de ser- ahí arrojado al mundo en su facticidad  un ya siendo pero también un poder ser.

“Navegar es preciso, vivir no  es preciso”.  Fue dicho muchas veces, desde Chico Buarque y Caetano Veloso, pasando por Pessoa, los mercaderes de la Liga Hanseática hasta la consigna atribuida a Pompeyo quien la habría pronunciado cuando sus marinos temerosos de una tormenta se negaban a embarcar para ir a la guerra, según lo relata Plutarco.  De allí en adelante tomo el valor de lema, de divisa que llama a la acción que se supone necesaria aún si en ella va la vida.

Al respecto véase el texto de E. Said:  “Estructuras diferenciales y conjetura clínica”

En todos los casos el subrayado en las citas es mío.

En francés en el original;  palabra cuyo campo semántico es amplio: destacaré  algunos valores: relación entre cosas o personas, reporte, relato o informe.

Por ejemplo: “El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, según esta técnica nueva, equivale a convocar un fragmento de la vida real”.   Freud: “Recordar, Repetir, Reelaborar”

S. Freud: “Sobre la dinámica de la transferencia”.

S. Freud: Recordar, Repetir Reelaborar”

S. Freud: “Sobre la dinámica de la transferencia”

S. Freud: “Recordar, Repetir, Reelaborar”

Hay que recurrir en este punto a la atemporalidad de lo inconsciente, como la llamó Freud, haciendo referencia a una temporalidad otra que la de la consciencia  (flecha que atraviesa el presente proveniente del pasado en dirección al futuro). El tiempo en el inconsciente responde a  otra determinación, consiste en una deriva entre anticipación y retroacción.

Lacan: “Proposición del 9 de octubre del 67 sobre el psicoanalista de la escuela”

Ernst Kris: “Ego pychology and interpretation in psychoanalytic therapy”

Freud que lo había advertido, lo afirmó así “…aquí arranca todo el problema del a menudo inevitable ‘empeoramiento durante la cura’”.  [“Repetir, Recordar y Reelaborar”].

S. Freud: “Sobre la dinámica de la transferencia”:   puede traducirse como: en ausencia o en imagen.

Tyche/tyque/etc. Formas de transliteración latina de la palabra griega: Τύχη /Týkhē. En la Grecia clásica personificación del destino, diosa de la fortuna. Para captar los valores que Lacan le asigna hay que ir en el  Seminario XI  a la clase del 12/92/64.

Rara vez se encuentra en Lacan una definición, o al menos lo que se entiende clásicamente por tal, en un texto del mismo.

Ver en el Seminario XI la clase XIV: La pulsión parcial y su circuito.

J. Lacan: “Conferencia de Ginebra sobre el síntoma”.

Conversación con los estudiantes de Yale de noviembre de 1975.  Infortunadamente tanto en francés como en español, el texto que  ha quedado (al menos es la fuente que dispongo)  es fragmentario y  lac unario, da la impresión de ser notas tomadas al vuelo por alguien presente en la ocasión. Apareció más tarde publicado en la revista  Scilicet Nº 6/7, 1975, manteniendo ese tenor.

Es uno de los significados que la palabra demandar tiene tanto en francés como en español: pedir; pero  ocurre que en francés tiene otro significado  que  no existe en español: preguntar.

Véase el Seminario III clases XII y XIII.  Más allá de lo que cito  en ese momento aparece en el texto  incluso la idea de preguntas específicas que son correlativas de distintos tipos clínicos, verbigracia: ¿Soy hombre o mujer?  en la histeria, o ¿estoy vivo o muerto? en la neurosis obsesiva.

Turno por que el DSM tiene varias versiones y pueden esperarse nuevas ‘updates’. Y  llame ya, las operadoras están esperando  su llamada,  además del blíster de la ‘falopa’  que sea recibirá de regalo….

S. Freud: “La interpretación de los sueños” Apartado VI ,Tomo VI, y V

“Toda vez, que la investigación analítica tropieza con la libido retirada en sus escondrijos, no puede menos que estallar un combate…” S. Freud: “Sobre la Dinámica de la Transferencia”.

S. Freud: “Sobre la iniciación del tratamiento…”

La reelaboración supone la creación de nuevas vías para dar curso a la satisfacción.

“Amor al saber” el término tiene sus opacidades: a que hemos de atribuirlo: a la “pulsión epistemofílica” (Freud), o a  “gozar de la verdad” (Lacan).  Véase E. Said  “ Amor al saber y otros entusiasmos” 

Lacan Seminario XI Clase: XVIII.

Lacan: “Seminario XI” op. cit.

Lacan: “Seminario XI”  op. cit.

Lacan: “Proposición del 9 de Octubre del 67 sobre el psicoanalista de la Escuela”

‘Sabido’ tiene un valor lógico, por su oposición con lo propio del otro saber, además de su sentido descriptivo que alude a los conocimientos, la erudición de alguien;  ese alguien  puede suponer que sabe. Hasta donde se crea sabedor es harina de otro costal. En un tango se escucha: “Aunque tenga que aprender, nadie sabe más que yo” en donde a pesar de cierta infatuación se admite que algo falta en el saber.

Recuérdese la caracterización del inconsciente como Discurso del Otro.

En la “Proposición del 9/10/67…” se lee:  “El sujeto no supone nada,  él es supuesto”

Lacan: “La equivocación del sujeto supuesto al saber”

“La chica danesa” película de Tom Hooper

Tal golpe tarde o temprano llegará, cuando la pulsión se presentase en acto, momento en el  que sería mejor que el analista no se hubiese creído tan sabio, y por ello pudiera aprovecharse del saber sabido para orientar su acto.

Debe recordarse que allí Freud señala que los esclarecimientos que comunica a su paciente, [que son precisamente lo que Kris cuestiona como “adoctrinamiento”] no persiguen lograr convencimiento de su parte sino “avivar la lucha contra lo reprimido, y facilitar la emergencia de material nuevo desde el inconsciente”.  El convencimiento vendrá más tarde por el duro camino de la transferencia El pretendido adoctrinamiento es lo que Lacan retruca  cuando propone su rectificación subjetiva y la  correlativa sistematización de los síntomas.

Homero Expósito, en la letra del tango Naranjo en Flor

Edgardo Motta