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La disciplina del comentario: comentario de un pĆ”rrafo de Lacan: IntervenciĆ³n sobre la transferencia.

En "La cosa freudiana", Lacan nos orienta sobre la disciplina del comentario. Se trata, nos dice, de "volver a situar una palabra en el contexto de su tiempo" y "medir si la respuesta que aporta a las preguntas que plantea ha sido o no rebasada por la respuesta que se encuentra en ella a las preguntas de lo actual" (págs. 386-87).
Desde ese marco voy a intentar situar entonces el texto, y revisar el alcance de sus respuestas para las preguntas que la práctica nos impone actualmente.
El texto seleccionado es el siguiente:
Freud es demasiado avezado en la constancia de la mentira social para haberse dejado engañar, incluso de labios de un hombre que en su opinión le debe una confianza total. No le ha sido pues difícil apartar del espíritu de su paciente toda imputación de complacencia para con esa mentira. Pero al final de ese desarrollo se encuentra colocado frente a la pregunta, por lo demás de un tipo clásico en los comienzos del tratamiento: "Esos hechos están ahí, proceden de la realidad y no de mí. ¿Qué quiere usted cambiar en ellos?". A lo cual Freud responde por: "Una primera inversión dialéctica...".

Quiero fundamentar primero mi elección.
Desde hace tiempo me preocupan los efectos, seguramente indeseados, de algunas intervenciones del analista tendientes a implicar al sujeto en aquello de lo que se queja. Son conocidas las dificultades que encontramos en muchos casos para revertir una posición subjetiva que se presenta como en Dora, al modo de la queja, de la denuncia, y que recibe nuestro intento de reversión, no como dirección al inconsciente sino desde el plano del yo, como una acusación de la que debe defenderse, muchas veces con alto grado de tensión agresiva, o transformándose en la queja de no ser escuchado y llegando muchas veces a una interrupción.
El párrafo elegido tiene el valor de hacernos detener en un tiempo que fue muchas veces descuidado en nuestras discusiones clínicas, que es el que se sitúa inmediatamente antes de la intervención de Freud que da paso a la reversión del alma bella, que sí fue ampliamente trabajado en relación con la entrada en análisis. Por lo tanto, nos permite situar las condiciones transferenciales en las cuales dicha reversión se produce.
Si, como pienso, los modos de entrada y sus consecuencias requieren tener en cuenta tanto la posición en que llega el sujeto como la posición que toma el analista en relación con su demanda, este párrafo nos permite poner en relación ambas condiciones y ofrecernos algunas orientaciones que pueden considerarse paradigmáticas, para que la intervención del analista no opere como un forzamiento y pueda abrir paso a la implicación del sujeto.

Vayamos ahora a la ubicación del texto y al marco en el que el párrafo debe ser leído.
Se trata de un escrito de 1951, es decir, situado en un período temprano de su enseñanza, en el que Lacan se propone "amaestrar las orejas" para el término sujeto y abrir el estudio de la transferencia.
Un eje central recorre su articulación: se trata de pensar la experiencia del análisis y la transferencia como una serie de desarrollos e inversiones dialécticas, en los cuales se produce "una escansión de las estructuras en que se transmuta para el sujeto la verdad". Para Lacan, la exposición que Freud hace del caso Dora coincide con tales inversiones, y es a la vez idéntica al progreso del sujeto, que Lacan homologa aquí a la realidad de la curación.
Puede decirse entonces que los cambios en la posición del sujeto, ligados al desarrollo de la verdad y las operaciones del analista en la producción de dichos movimientos, son los articuladores centrales del texto en los cuales se despliega lo que podríamos considerar una lógica de la cura, con pasos y fases que se suceden con rigurosidad, y por medio de los cuales Lacan insiste en diferenciar la praxis del análisis y la psicología objetivante. El sujeto, en este momento, se opone al yo, y la verdad apunta a la dimensión del inconsciente. Si bien la experiencia analítica es pensada todavía en esta época como una relación intersubjetiva, no podemos por eso restarle valor al desarrollo que nos propone.

Voy ahora al comentario del párrafo.
Lo encontramos inserto en lo que Lacan llama el primer desarrollo, que denomina afirmación de la verdad, al que considera un momento ejemplar, en el que Dora, después de una primera puesta a prueba de Freud, relata con rigor una serie de recuerdos que contrasta con la imprecisión de la neurosis y denuncia la relación entre su padre y la señora K., así como el modo en que ella queda entregada al señor K., y convertida en objeto de un cambalache.
En el fragmento elegido se puede destacar la posición de Freud en este momento, correlativa de la afirmación de la verdad que Dora sostiene: Lacan nos dice que a Freud "no le ha sido difícil pasar la prueba que permitió apartar del espíritu de su paciente toda imputación de complacencia para con la mentira social". Freud no se dejó engañar por el padre y pasa la prueba a la que Dora lo somete haciendo posible poner en juego, de entrada, la dimensión de la verdad. Dora se hace oír. Freud la escucha y le cree, no cuestiona su decir. No se ubica como un semejante ni como un juez. No trata de convencerla de lo erróneo de sus enunciados ni de hacerla entrar en razones. Tampoco pretende implicarla de entrada. Da lugar a su queja dando paso a lo que Dora quiere afirmar. Deja que ella despliegue su verdad, aquello que se le negaba en el contexto familiar. Suspende su interés en los síntomas y la escucha. Al hacerlo, la hace emerger como sujeto en relación con el Otro cuyo lugar él ocupa, y crea las condiciones para su intervención posterior.

Lo que Dora intenta afirmar no se reduce al orden de los enunciados sino que le concierne como sujeto, se refiere a la enunciación. Si bien enunciado y enunciación no son términos empleados en este texto, puede decirse que el sujeto-verdad alude a la dimensión del inconsciente, en tanto toda afirmación puede pensarse en el plano de la enunciación. Dora afirma que dice la verdad.
Lo cierto es que Freud le hace lugar a la afirmación subjetiva que Dora busca sostener apelando a él como oyente. Acusa recibo y garantiza lo que hay de sujeto en el plano de la verdad.
Freud toma allí el lugar del A, garante de verdad, A en relación con el cual puede ubicarse el sujeto en su dimensión inconsciente. Como oyente sanciona una verdad, no la tiene. Se trata de un lugar esencial en los primeros momentos del análisis y al cual somos convocados como analistas cuando recibimos una demanda. Sólo desde allí es posible que los enunciados del paciente no queden reducidos al plano del yo y desconocidos en su valor de verdad.
Ahora bien, la pregunta que dará lugar a la reversión de la posición subjetiva tiene un momento justo. No podría haberse producido antes. Tiene lugar luego de una escansión en la que Dora, afirmando la verdad de lo que relata, lo deja a Freud perplejo ante esta pregunta que Lacan considera clásica en el principio del tratamiento: los hechos son así, proceden de la realidad y no de mí, ¿qué quiere usted cambiar en ellos? ¿Por qué es clásica esa pregunta? El sujeto cuenta su relato, nos introduce en una trama que requiere ser reconocida, escuchada. Es desde allí que podrá ponerse en juego la pregunta por la posición del sujeto en ella, el modo en que contribuye a fabricarla y sostenerla así como sus posibilidades de ubicarse en ella de otra manera como efecto del trabajo analítico. Pienso que j, Lacan alude aquí a lo que más tarde llamará "ubicación del | sujeto en lo real". Es en este punto, entonces, sin refutar el * valor de tales hechos, consintiendo a la enunciación pasando por un "Es cierto", en el punto mismo de detención y de pregunta de Dora, que Freud logra introducir su pregunta, una pregunta que, al modo de la interpretación, no se dirige al yo sino al inconsciente y que puede intentar responsabilizar a Dora de su parte, de su complicidad en el desorden del que se queja. Pero para hacerla responsable de lo que no sabe.
Para concluir. Si éste es para Lacan un momento ejemplar, puede pensarse que hacer lugar a la emergencia del sujeto en su dimensión de enunciación, reconocer que en la queja puede haber una verdad que busque afirmarse y que requiere ser oída e interpretada, asegurar que el sujeto tome su lugar en la transferencia en relación con el A, son condiciones que harán posible que quien consulta pueda soportar la conmoción que implica la división subjetiva, y producir la apertura necesaria para comenzar el trabajo analizante. No en cualquier momento se puede conmover al sujeto. En estas condiciones, la pregunta del analista se distinguirá de la intervención objetivante en la que también hubiera caído Freud de haber insistido con los síntomas sin escuchar a Dora y en la que pueden convertirse algunos intentos de implicación. Es posible también que esto pueda orientarnos para distinguir situaciones en las cuales la reversión del alma bella tiene eficacia y aquellas en las cuales nos topamos con nuestros fracasos.

Bibliografía
Freud, S. (1905): "Fragmentos de análisis de un caso de histeria (Dora)", Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1978.
Lacan, J.: "La Cosa Freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis", Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI, 1988.
Lacan, J.: "Intervención sobre la transferencia", Escritos I, ob. cit.

Adriana Rubistein