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La mujer como síntoma de lo social

El día internacional de la mujer surge como un reconocimiento de la lucha de las mujeres de la clase obrera frente a la explotación, la segregación y el goce asesino que finalmente terminó con sus vidas.

¿Qué quiere una mujer?

Fue una lucha por la igualdad de los derechos de las mujeres, igualdad de oportunidades y democratización, que no debemos confundir con la lucha por la igualdad de identidades que como sabemos sostiene los procesos de masificación. No debemos identificar la diferencia social a la diferencia de los sexos y de este modo resignar la dignidad de cada una de las problemáticas. Efectivamente es en el siglo XX cuando la mujer occidental comienza a salir de su eterna minoría de edad y del régimen tutelar de su padre y esposo para poder disponer de su cuerpo y de sus bienes. Esto trae a cuenta nuevas representaciones y un nuevo ordenamiento de los colectivos sociales. Solidario este nuevo ordenamiento del discurso capitalista que señala el modo en que los objetos y los bienes circulan. Eso provoca un modificación en la moral establecida y lo que para la moral moderna era subversivo ya no lo es para la moral actual. El modo que tenemos para definir a la mujer siempre responde a la transmisión de modelos que sostienen y se sostienen en la moral de cada época, la moral dominante. En la actualidad la proliferación de discursos eruditos sobre la discriminación femenina termina por reemplazar a las luchas sociales.

Es necesario recuperar, tal como lo plantea Baudrillard en su texto De la seducción, el acontecimiento femenino en tanto éste no queda reducido a la eficacia de las transformaciones sociales. La libertad de las mujeres debe ejercerse desde la diferencia sexual y el reconocimiento de ésta y no contra ella.

El discurso capitalista al homogeneizar el derecho a gozar como una de las modalidades del consumo indiferenciadamente para hombres y mujeres no hace más que reforzar la definición dominante de la sociedad; lo femenino en tanto acontecimiento es lo que ha rehusado siempre a esta universalización. Esto lo lleva al autor a sospechar de toda reivindicación nombrada como femenina en donde se sostiene una identidad de género.

Hegel da a las mujeres la misión de ser “la eterna ironía de la comunidad” atribuyéndole así una subversión estructural a la lógica colectiva, y a los distintos amos que esta sostiene. Lo femenino no debe convertirse a la lógica fálica a la que trasciende. Los psicoanalistas, siguiendo a Freud, sabemos todos los avatares de la teoría en las distintas épocas para sostener aquella poética definición de lo femenino como “continente negro”, que escapa a todo intento de definición sosteniendo lo femenino como suplementario al mundo de lo definible, lo universalizable.

Desde el mundo griego la mujer aparece en los mitos como suplemento, como una pieza agregada a un grupo social. Zeus castiga a Prometeo con la mujer, signo del mal, criatura artificial que inocula el deseo en los hombres y el final de la autosuficiencia. El mito de la mujer como la presencia del mal y el impedimento para la autosuficiencia no ha perdido en la actualidad su eficacia. Aristóteles decía que las mujeres eran un defecto natural…que lo encarnan. Lectura que dista de la de una desigualdad cualitativa e imaginaria que solo plantea de modo falso el problema de la diferencia.

Es en el registro de la falta que las mujeres se definen y por eso en las diversas culturas aparecen como la presentación de lo extranjero…de lo Otro. Así podemos situarlas como lo Otro de lo masculino. Su inclusión debe estar basada en la demostración de su exclusión. Como leer el acontecimiento femenino en la época de las falsas mujeres (teléfonos celulares, computadoras, Viagra, satisfacciones de bolsillo…), donde la proliferación de los objetos de consumo suele dejar aplastado el registro del deseo y a lo femenino como lo que lo sostiene.

Es la alteridad como tema de reflexión lo que debe ser el eje central de la discusión sobre la diferencia de los sexos. Admitir que existe un territorio femenino que es auténtico y que dista de los semblantes que cada época nos impone. Las denominaciones de lo femenino en cada época no son las representaciones de las mujeres de ese tiempo, sino que funcionan como imperativos: ¡deberás serlo! .La definición de los roles para lo femenino y lo masculino son sólo vestimentas imaginarias que sostienen el discurso dominante. Lo femenino es lo que aparece como la ironía; aquella mujer que no desea ser conquistada y que opone resistencia a ser definida toda como un objeto de saber.

El acontecimiento femenino no puede ser calculado, asegurado o planificado. Sostenemos la ética de la pregunta freudiana ¿qué quiere una mujer?

Silvia Pino